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Compostela blues ¿cómo se queda nuestro ánimo después del Camino de Santiago?
Esta bitácora y tantas otras de la Red llenan páginas sobre las experiencias que se atesoran en el Camino: el contacto con la naturaleza; vivir días y días en diferentes climas, paisajes y sabores; la satisfacción de cumplir con un objetivo a pesar de las penalidades y, sobre todo, la sensación de pertenecer a una comunidad que se prologan en el espacio y el tiempo: uno se disuelve en el ser peregrino y ese cambio de rol se queda instalado más allá del Obradoiro, del Botafumeiro o de Fisterra y Muxía. Se sabe cuando se empieza a peregrinar pero ¿en qué momento se deja atrás el peregrino que fuimos? Parece una cuestión superficial pero no son pocos los que hablan del post-Camino blues así que cabe la pregunta: ¿Cómo se queda nuestro ánimo después de hacer el Camino de Santiago?
La sensación de bajón que dicen experimentar algunos peregrinos después de completar su camino podría explicarse por los mismos motivos que cualquier persona siente un poco de bajón anímico cuando se acaban sus vacaciones y tiene que regresar a la rutina, aunque quizás existan motivos un poco más intensos para que el sentimiento de desarraigo sea más intenso después de hacer el camino: la idea de alcanzar una meta, de llegar a la siguiente etapa y descubrir allí un nuevo lugar, de ser parte de una comunidad nueva y de estar integrado en un nuevo ser y la perspectiva abierta de que se pueden conocer nuevas personas a diario tiene una contrapartida severa cuando se completa la peregrinación.
La razón sufre cuando se percata de que no hay nada que hacer más allá de la rutina, ningún sitio al que ir, que se está fuera de la comunidad a la que se perteneció y que ya no es tan fácil conocer a gente nueva.
Este sentimiento de vacío no tiene por qué ser demasiado intenso pero si es lo suficientemente común como para ser un tema habitual en los foros dedicados al Camino de Santiago. Incluso escritores especializados en la ruta jacobea se han parado a analizar este fenómeno y a intentar explicarlo.
Está el caso de Sue Kenney, autora canadiense y peregrina vocacional que hace más de diez años comenzó a organizar unos pequeños encuentros para peregrinos extranjeros en Santiago de Compostela para poner en común las emociones y sentimientos que se agolpaban después de muchas jornadas de esfuerzo, con la mente ocupada en un objetivo que era compartido por la mayoría de personas que se cruzaban a lo largo del día.
La sensación de vacío aún no era tan avasalladora porque Santiago, la meta, aún está presente pero poco a poco, los peregrinos se daban cuenta de que habían dejado atrás una experiencia que trasciende los días o las semanas que pensaban dedicar a completar el Camino de Santiago. La idea de que la ruta jacobea se instalaba en ellos era más fuerte a medida que pasaban las horas en Compostela y aumentaría en cuanto pusiesen rumbo a sus casas.
Aunque no se trata de establecer categorías médicas a un fenómenos psicológico que puede explicarse como desarraigo, los testimonios que fue acumulando Sue Kenney dejaban al descubierto la idea de que el Camino de Santiago va más allá de la mera ruta de paseo o de las aspiraciones espirituales a priori. Es una experiencia que cambia el ánimo y que esa mudanza es palpable casi inmediatamente.
El espacio Afterway del Fórum Fairway también dedicará tiempo para discutir sobre este pequeño bajón post-Camino pero estamos deseando leer vuestras opiniones.
¿Existe el Compostela blues?